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Más de lo que se ve

Actualizado: 29 sept 2020

Textos y fotografías por: Shahar Orozco Oviedo

Edad: 12 años

Grado: sexto

Sede: Quebradanegra


Todo comenzó un 9 de abril del año 2015 cuando mis padres decidieron comprar una finca y fue mucha mi alegría, pues quería vivir un montón de experiencias y aventuras nuevas.

Soñaba con tener pollos, gallinas y por supuesto un buen amigo perruno. Fueron pasando los dias y mi papá me llevó a ver la primer finca, lo que se convirtió en mi primer paseo en moto, después de vivir 4 años en Israel y ver un ambiente totalmente diferente cómo nunca monte en motocicleta esa primera experiencia fue sensacional. Hicimos un maravilloso recorrido por nuestras tierras quindianas y comencé a descubrir lo hermoso que es nuestro paisaje cafetero.



Otro día salimos para el municipio de Córdoba donde nos esperaban para visitar otra finca, dejamos la moto y caminamos, lo cual no me gustó mucho, pero el hermoso paisaje se encargo de alegrarme la caminata. Cuando llegamos a la finca vimos que la casa no era muy bonita y el terreno estaba abandonado, aún así tenía un encanto natural, nos llenamos de ilusión pensando en todo lo que podíamos hacer en este pequeño paraíso.

Recorrimos el lugar, caminamos por entre los matorrales -por eso llegamos llenos de cadillos- recuerdo como me picaba el cuerpo ya que esto era algo incómodo y nuevo para mí. Además ese día nos llevamos una gran sorpresa cuando vimos una hermosa perrita labrador de nombre Luna, ¡vaya sorpresa! nos llevamos cuando nos contaron que nos la dejaban con la finca y ella se convertiría en mi fiel compañera quien años mas tarde me haría comprender cuánto puede uno llegar a querer a una mascota, pues enfermó de cáncer y murió dejándome una gran tristeza en el corazón.

Bueno ese día tomamos fotos para llevárselas a mi madre a quien le gustó mucho lo que vio, asi que estando los tres de acuerdo decidimos comprarla. Asi comenzó mi vida en el campo donde empecé a descubrir de donde salían los huevos, los plátanos y cómo era un árbol de naranja, también lo más importante cómo se producía el café, pues yo lo conocía pero en el supermercado y lo tomaba muy poco.



Mi papá me compró unas botas y recuerdo que eran azules, las cuales me ponía para caminar por la finca y muy de vez en cuando ayudar a mi papá con pequeñas labores. Comenzamos a cambiar la apariencia de la finca con cultivos nuevos, animales y limpieza alrededor de la casa. Además de aprender muchas cosas nuevas.

Me fui dando cuenta que el trabajo del campo es duro y que el café es más que un producto o un nombre, pues durante el tiempo que llevamos en la finca le he colaborado a mis padres, he comprendido lo dura que es la vida en el campo, pues hasta para ir al colegio es un desafío: lluvia, barro, polvo y 20 minutos en moto o 40 minutos caminando cada día.



Ojalá la mayoría de la gente supiera que el campo es más que un paseo de fin de semana y que ser campesino es motivo de orgullo, ya que el agro es el motor de un país. Lo reconozco, aunque a mí no me gusta el trabajo del campo, mis padres me dicen que hay que aprender de todo en la vida para ser un buen administrador, por eso yo hoy digo: ¡Que viva el campo y sus maravillas!

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